Material didáctico y/o de entretenimiento alrededor del cine y la imagen


miércoles, 22 de mayo de 2013

Notting Hill: no es el cine, hombre, es la vida.

Porque a veces las cosas son así.
Porque a veces pasa un año y parece que fue ayer, a veces pasa un año y han sido en realidad un minuto con cuarenta y ocho segundos.

La noción del tiempo -del paso del mismo- no dejará nunca de ser subjetiva y abstracta, por mucho que los suizos quieran lo contrario.
Y así es, en el cine y en la vida.

El tiempo es más complejo que inexorable, es más inconcreto que mesurable.
Eso el cine lo comprendió enseguida, y la narración lo llevó a ello. Había que contar, y había que contar mucho, por eso no quedaba más remedio que jugar.
Y en el juego está la gracia, en el juego está la reducción, el alargamiento, los flashbacks.
En ese juego podemos contar tres horas en un minuto, veinte mil años en apenas diez segundos o necesitar al menos tres minutos para contar treinta segundos.
En este mundo donde nada es lo que parece, el desarrollo del tiempo en la vida y en el cine no es tan diferente.

Todo es una cuestión de sensación.
Y quién no se ha levantado una mañana de primavera y al mirarse al espejo ha pensado "ya ha pasado un año".
Quién, como Hugh Grant, no ha salido a pasear por Notting Hill y al volver a casa se ha dado cuenta que el tiempo pasa y sin embargo todo sigue casi casi como estaba...


No es difícil sentirse identificado con esta escena.
Eran los futuristas italianos los que mantenían que una foto con las partes móviles de una escena borrosas (aunque no pertenezca a nuestra capacidad de percepción) representaba mejor el movimiento que cualquier imagen fija y nítida, por muy en escorzo o en una posición determinada que estuviese.
Y, desde mi punto de vista, no les falta razón.

Qué mejor manera de expresar ese sentimiento -tan real- de "el tiempo pasa y no me doy cuenta" que un plano secuencia tan artificial como este.

Para arrancar nos encontramos a William Thacker, el personaje que interpreta Hugh Grant, paseando por una especie de mercadillo.
Al principio del paseo vamos a ver, en primer plano, a una mujer con gafas, embarazada, que está mirando unas camisas.


William prosigue su paseo (y la cámara lo acompaña) y se encuentra a su hermana con su pareja, muy bien avenidos y paseando igualmente.


Ahora entramos propiamente en lo que es el paso del tiempo, y qué mejor manera que hacerlo con las estaciones. El tiempo, de repente y sin que parezca que viene a cuento, cambia y empieza a llover.


De la lluvia, si solución de continuidad, pasamos al frío y la nieve.


Y volvemos al verano y a la primavera.
Para enganchar mejor con el paso del tiempo, las dos pinceladas que se nos ofrecieron al principio del plano vuelven, pero obviamente cambiadas. En esta primera, la hermana del protagonista vuelve a aparecer, pero en esta ocasión peleándose con su pareja.



Y justo al final, volvemos a conectar con la embarazada pero comprobamos cómo, algo que podíamos intuir desde el comienzo del plano, ha tenido ya al bebé.




Hugh Grant lo mira con esa expresión que decíamos al principio. Esa expresión de "¿ha pasado ya un año?" que tantas veces y a más de uno nos asalta.

El tiempo, en el cine pasa deprisa, pero a veces parece que en la vida más.