Material didáctico y/o de entretenimiento alrededor del cine y la imagen


lunes, 30 de abril de 2012

The Artist: Cuando lo que vemos es lo que se siente al ver

En muchos casos las limitaciones son, entiéndase bien, una fuente motivadora de imaginación y recursos. Y si, como es el caso, hablamos de la narración en imágenes, comprobaremos que esas limitaciones nos obligan a centrarnos en lo que de verdad importa.
Y así, el relato lo agradece.

Puede que en su momento, la imposibilidad de recoger el sonido directo por parte de las cámaras de cine actuase como una limitación narrativa, pero qué duda cabe que desarrolló un lenguaje nuevo lleno de poderío visual, donde las elipsis, las conexiones entre planos o lo no mostrado cobraban una importancia fundamental.

Ya hablé en esta otra ocasión de la importancia que tiene en el audiovisual narrativo aquello que no se muestra. Y ya no solo como motivadora de la imaginación, más poderosa que cualquier concreción, sino como recurso para poder explicar o desarrollar acciones que de otra manera serían imposibles.

Un buen ejemplo de ello ocurre en "The Artist", película muda por elección, triunfadora en todos los festivales de 2011 y que combina a la perfección un ritmo narrativo "moderno" con las estructuras fundamentales del lenguaje del cine mudo de principio de siglo, y que se aposenta en unas interpretaciones ciertamente magistrales.

Ocurre además al principio de la cinta, en la secuencia que pasamos a detallar:

PLANO 1:
Vemos al que suponemos héroe y protagonista de la historia torturado para que hable. Pese a los diabólicos intentos de un par de doctores, la confesión no se produce.

















PLANO 2:
En esta ocasión, es este segundo plano el que en realidad nos sirve de "situación".
Estamos, en realidad, en un cine, y la historia que estamos viendo es la que se refleja en la pantalla. Se nos remarca pues la ficción, al mismo tiempo que vemos a nuestro protagonista, exhausto pero sin haber dado ningún nombre, cómo es encerrado en una habitación con máxima seguridad.

















La cámara se acerca y comprobamos cómo el guardián cierra la puerta.

















PLANO 3:
Vemos el interior de la celda (remarcada por la sombra de los barrotes) y al héroe de esta historia vencido en el suelo.

















Será precisamente esa sombra de los barrotes las que nos permita adivinar una presencia nueva, la de un perro, compañero inseparable del protagonista, y que se dispone a entrar en escena.


















PLANO 4:
En un plano cenital y más cercano observamos cómo el perro se afana en despertar al héroe, para poder organizar un plan de fuga que se nos antoja imposible.

















PLANO 5:
Y curiosamente, en este cambio de tercio, se nos presenta el clímax de la secuencia.
Primero en este plano general del público que asiste a la proyección.
Por un lado nos vuelve a remarcar que todo lo que vemos es mentira (aunque desde el primer plano hemos asistido a la proyección como uno más) pero en este caso porque se va a centrar en la reacción de ese público a lo que ocurre en la pantalla, precisamente ocultando lo que ocurre y centrándonos exclusivamente en la reacción de este. 

















PLANO 6:
En el principio de este plano vemos unas caras relajadas, en cierto modo felices (probablemente seguras de que el héroe se salvará) pero ciertamente concentradas en lo que sucede dentro de la pantalla (y que como digo a nosotros se nos niega)

De repente, acompañado de un estruendo sonoro que nos indica que algo ha pasado, comprobamos el gesto de asombro, de sorpresa, de incredulidad, de fascinación del público asistente.


















PLANO 7:
Definitivamente hemos dejado de ser uno más de los que observa la película para pasar a ser observadores de los que observan.
Esto nos puede ofrecer una cierta insatisfacción, pero establece una doble mirada en la que con solo mirar al que contempla entendemos qué es lo que está ocurriendo en pantalla.

En esta ocasión, el público, feliz y emocionado, vuelve a exaltarse con lo que está teniendo la oportunidad de ver.


















PLANO 8:
Y así, efectivamente, solo nos queda volver al plano inicial, solo nos queda volver a ser espectadores de la cinta para observar que, como hemos podido imaginar y sentir, nuestro héroe ha conseguido escapar.

















Y comprendemos igualmente que no es tan importante el cómo ha escapado sino la sensación de incredulidad y fascinación que hemos tenido a través de los que sí pudieron verlo.

Y nuestra fascinación es doble, aunque no podamos evitar que nuestra imaginación vuele en busca de esa respuesta imposible.

viernes, 27 de abril de 2012

Homeland, el trofeo, o la trivialidad de los detalles

(en este análisis no hay espoilers propiamente dichos, aunque sí algún detalle que pueda dar pistas sobre el desarrollo de la serie)

En el mundo de la narración hay hueco para muchas cosas.
Para mí esa es, probablemente, una de sus grandes ventajas, uno de sus grandes alicientes.

Hay hueco para grandes momentos, para cuestiones triviales, para detalles insignificantes, para acontecimientos memorables, para clímax inesperados, para tedios insufribles o para instantes decisivos.
Y algunas veces se dan todos a la vez.

Algo así fue la sensación que tuve viendo el último capítulo de la serie "Homeland", donde se combinaban a la perfección lo más trascendente e intenso con lo más trivial y mundano.

Siempre he sido de fijarme en cosas absurdas (no tanto en los detalles concretos) pero que están ahí y que por lo tanto, inevitablemente, ofrecen una lectura determinada.
En el caso de esta escena tiene más que ver (aunque probablemente trascienda) con lo que llamamos el "bagaje" del personaje, todo aquello que en una narración construimos para darle una identidad (un pasado, una vida) y un peso a los personajes aunque ello no se traduzca ni intervenga directamente en el desarrollo de la narración.
Un cactus, una revista, el modo de colocar la ropa sobre una silla, si están o no doblados los cuadros del pasillo acaban diciéndonos, también, mucho del personaje que aparece en escena.
Y en esos detalles está también parte de la historia.

En este caso en concreto, para no contar demasiado de la serie, nos situamos en un piso de alto standing de la ciudad de Virginia.

En el primer plano, a la vez narrativo, trivial y de situación, nos encontramos frente a un televisor desde que se puede seguir la inminente llegada de un congresista de los EEUU.

















En el contraplano, que funciona a su vez perfectamente como contrapunto, vemos a una mujer mayor (la dueña de la casa) atada a una silla mientras observa la tele.

















En el siguiente plano vemos al segundo personaje que está en el piso, el secuestrador, que observa igualmente lo que emite la televisión. Una vez que ha visto lo que necesitaba saber, coge el mando y la apaga.



















De modo más que sencillo aunque también lleno de tensión se nos presenta la historia: La mujer ha sido  atada y recluida en su propia casa por un personaje que planea algún tipo de ataque al senador que acaba de llegar a la ciudad.
Realmente NO ES IMPORTANTE en la narración el personaje de la señora. Es la excusa, como propietaria de un piso con grandes ventanales que da al lugar donde el senador va a dar un discurso, para el desarrollo de la historia.
Pero aún así esa mujer tiene una historia detrás. Que ni aparece, ni influye ni resulta importante para lo que nos están contando. Pero tiene una historia.
Y si nos ponemos a pensar podíamos decidir cuántos hermanos tiene, cuántos de ellos están vivos, si se casó y cuántas veces, si lee poesía antes de acostarse o si le gusta la comida japonesa. Apenas si podemos saber con lo poco que se nos ha mostrado que tiene bastante dinero (el piso es lujoso) y que parece vivir sola (¿viuda?). pero toda esa vida de 60 años atrás está abierta a nuestra imaginación (ya puestos, también la del asaltante, aunque de él, por capítulos anteriores, sí que sepamos más).

Así que cuando el secuestrador suelta el mando de la tele y se dispone a prepararse para lo que ha venido a hacer, casi sin querer, un barrido de la cámara nos va a ofrecer pequeños detalles que, en este momento de tensión de la historia, nos ofrecen mucha información de ese personaje apenas importante que resulta ser para la historia la mujer atada a la silla.




















Plantas, revistas y marcos de fotos. Sí. Todo muy ordenado, todo muy mínimal, todo muy ascético.
Pero en esa estantería también hay una copa, un trofeo.
Y esa copa, completamente independiente a la historia que estoy viendo en pantalla, me llena de absurdo y perplejidad.
¿Qué hace ese trofeo en esa estantería? ¿Será de la propia mujer, campeona de petanca, de bridge?, ¿de algún concurso de cocina, de literatura, de ajedrez?, ¿o será de algún nieto que corre la maratón y del que se siente especialmente orgullosa?

Sé que hay un hombre malo que se dirige a matar al que podría ser el futuro presidente de los EEUU, sé que la narración se vuelve densa, trágica, inquietante, pero yo no puedo dejar de pensar en ese trofeo escondido y apenas perceptible que hay en la estantería, y quiero que alguien me cuente, que alguien me diga...